El alcalde de la ciudad inauguraba la nueva estación ferroviaria. Permaneció en silencio y reflexionando sobre las palabras que iba a pronunciar. En la primera fila se encontraban los dirigentes del partido político al que pertenecía desde años. Sabía que los micrófonos colocados en el atril funcionaban, los palpó para estabilizar su ansiedad. Giró la mirada a derecha e izquierda y descubrió a su madre que le observaba; recordó la pregunta que ella le había hecho al inicio de las obras: ¿Quién te ha regalado ese coche tan flamante? La miró por segunda vez y descubrió al constructor que la abrazaba. Bebió agua sin poder tragar su angustia, ni la mirada reprobatoria de la madre, que había descubierto a su mecenas político en ese instante.
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