LLORENS BUSTOS

HISTORIAS QUE VUELAN A TU ALREDEDOR

martes, 21 de octubre de 2025

80. La revelacion




Pocos días faltaban para que se cumpliera un año desde que Matilde Decusa llegó para quedarse en el asilo. Decidida, aquella mañana fue a misa antes de comer y aguardó a que una de las internas finalizase su confesión con el padre Lucas, después, lo hizo ella envuelta en un hálito de incertidumbre; decidió descubrir el más grande de sus secretos y aguardó su consejo espiritual y penitencial. Convencida del exhorto del sacerdote, acudió a uno de los bancos y atendió el final de la homilía con solemnidad. 

Escuchó el toque de campana anunciando el ángelus.

Al no verla entre las internas en el salón social, Sor Lucia la encontró recostada en una butaca de la habitación con la mirada perdida en el ventanal que daba al jardín, se interesó por su estado:

—¿Qué le pasa Matilde? Hoy no la he visto todavía.

—No me encuentro bien, ayer mi hijo se marchó enfadado.

—¿Y eso?

—Creo que no hice bien al decirle que era adoptado.

—¿Usted cree?

—Siento que mis palabras no estuvieron acertadas.

—Ahora sale y se lo explica, ha traído horchata y algunos pastelillos para merendar esta tarde. Lleva media hora esperándola en la terraza.

—¿Y qué le ha dicho?

—Que le busque a su madre. ¡Tal cual!

—¿Nada más?

—¿Qué más quiere que me diga?

—Pues dígale que ya voy.

—Venga, suba en la silla y la acerco.

 

domingo, 5 de octubre de 2025

79. La vieja red social

 

 

 

En un puerto de la costa valenciana, dos pescadores sedentes, uno frente al otro, saquean la red pesquera en el barco donde faenan a diario, desprenden de ella todo lo que ha sido atrapado durante su repliegue en alta mar. Ne cesaran la tarea hasta dejándola prevista para el día siguiente.

El mayor de ambos, ensimismado, no parece que tenga ganas de conversar, solo mira las manos de su hijo que no cesa de faenar silbando una canción tras observar que en nada terminaran su encomienda.

—Fíjese con está Lubina —dice el hijo—. Ha tragado un anzuelo y tiene en la cola una buena mordida. Fijo ha sido un tiburón tigre.

Queda mudo y observa los ojos de su mentor en aquel oficio.

—Cuando llega la hora nadie escapa de ella —contesta su padre.

—Por cierto, ¿qué tal el resultado de los análisis? —le pregunta para iniciar el dialogo y matar el tedio— No me ha dicho nada.

—No son muy buenos…

El hombre mantenía en sus manos abigarradas uno de los pescados.

Lo dejo en la cesta donde había alguno de su misma especie.

Todos muertos.

Respondió:

—Hoy es mi último día de trabajo.

viernes, 2 de mayo de 2025

78 Mi único amor

 





Salí del coche estacionado y aguardé a que mi hijo trajera el andador metálico mientras yo observaba la fachada de aquella residencia geriátrica. En la entrada, mi esposa estaba sentada en la silla de ruedas que gobernaba una asistenta. Juntos y cosidos de la mano vimos como nuestro hijo dejó mis dos maletas en el interior. Tras darnos dos besos a la par, regresó al coche alegando premura; me acerqué al oído de su madre y le susurré:

—De nuevo los dos juntitos.

—Hoy está más relajada —indicó la asistenta con tono sutil—, aunque la demencia persiste… Hace poco que ha salido de la peluquería para ustedes.

—En adelante, yo me encargaré —respondí y le mostré mi hoja de admisión.

 

 

 

viernes, 4 de abril de 2025

77. La mascarilla


 

 

Como cada día, de aquella interminable pandemia, Ceferino se había levantado el primero; estuvo dando vueltas por el comedor, sin atreverse a entrar en la cocina hasta que no lo hiciera su esposa, que se quedó extrañada al verle de un lado a otro palpándose la barriga como si hubiese roto aguas previas al parto. Comenzó a preparar la mesa para los desayunos. Por norma, era él quien se encargaba de las tostadas y despertar a los niños. Esa mañana lo hizo a regañadientes. Ella, por curiosidad, le abordó:

—¿Cómo es que te pones la mascarilla? ¿Vas a salir?

—Al contrario, voy a entrar en el retrete, ha salido tu hijo…

miércoles, 2 de abril de 2025

76 Ultimátum







Benito se encontraba en el comedor de su casa cuando escuchó los pasos acelerados de su esposa, se levantó del sofá consciente de que no podía explicarle nada, sin evitar algún tambaleo. Sus ojos centelleantes acortaron distancia a la botella de ron, vacía. Demasiado borracho para discutir de forma sensata, ella quedó quieta y enhiesta frente a él; con ímpetu le conminó:

―Cuando decidas salir del alcoholismo, dímelo. Me marchó...

―No has cerrado la puerta de casa ―respondió.

―... Pero si mi corazón.