HISTORIAS QUE VUELAN A TU ALREDEDOR

martes, 11 de abril de 2023

45. La licencia de la castañera




El sol era incapaz de superar los grados en el termómetro. Todavía faltaba para que la navidad se esfumara del almanaque, como el vapor de algunos que caminaban envueltos en abrigos recios. Secundino salió de su casa con el único interés de visitar a su hijo, que, a resultas de las últimas elecciones municipales, fue elegido por los concejales, alcalde. Llegó a media mañana al ayuntamiento y aguardó frente a la puerta del despacho, hasta que salió una administrativa, al reconocerle, por haberle visto más de una vez, le saludó:

—Buenos días ¿qué le trae por aquí?

—Quisiera ver a mi hijo.

—Aguarde a que salga un señor.

Al salir el hombre, dio unos golpecillos en la puerta que el mismo abrió con el dedo, tras cerrarla sigiloso, se acomodó en una butaca, frente a la mesa en la que estaba su hijo, que de inmediato, se interesó:

—¿Qué te trae por aquí papá?

—Si dejas de ojear esos papeles, te lo digo…

—Me quedan diez minutos, tengo que presidir la comisión de gobierno y después un pleno ordinario, hay asuntos importantes en la orden del día.

—¿El mío? por ejemplo.

—Dime.

—En el centro de los jubilaos, un amiguete que vive cerca de la Encarna, la Castañera, me dijo ayer que no le dais licencia para que pueda asar las castañas en la plaza de la fuente de los siete caños. Que, por cierto, solo sirven de apeadero para las palomas.

—¿Cómo le vamos a dar licencia? Lo que no puede ser, es que esa mujer inunde las terrazas de los bares con el tufo que sueltan las brasas.

—Lleva poniéndose allí toda la vida. Su madre y la abuela ya las tostaban con una caldera de leña, hasta que vino el carbón.

—Las cosas cambian papá.

—Mira Santiago, lo peor que le puede pasar a un comunista como yo, es tener un hijo como tú, ponerle nombre del Apóstol, y que después de haberte dado todos los estudios posibles me hayas salido de derechitas. Hay cosas que no se puede cambiar, y menos en este pueblo, por muy alcalde que seas—. Dio un golpe con la gayata en el suelo, como el juez tras pronunciar su veredicto, con el mazo.

—Es el resultado del informe por parte de los técnicos municipales —añadió su hijo con inquietud—. Lo que manda es la normativa legal vigente.

—¿Entonces para que estás tú?

—No para eso.

—¡Tienes mayoría absoluta!

Secundino reflexionó al no recibir respuesta y, antes de que su hijo le dejara abandonado en aquel despacho que olía a madera bruñida, insistió:

—Lo que pasa es que como se prohibió que se fumara dentro de los bares y restaurantes, vosotros habéis autorizado a que, en la calle, que es de todos, se pongan las mesas para los fumadores.

—Papá, no insistas. Hay quejas de los vecinos.

—Si se tienen que tragar el humo del tabaco, que se trague también el de las castañas asadas, que es mucho más sano y perjudica menos. En otros tiempos hasta alimentaba. Ese olor me traslada a mi infancia. Ella te votó, yo mismo le entregué el sobre.

El alcalde intentó de nuevo convencer a su padre.

—Papá, las cosas cambian, para que Encarna pueda vender castañas asadas tiene que tener el carnet de manipuladora de alimentos, un seguro de responsabilidad civil subsidiaria. Está jubilada, no puede trabajar en la vía pública. Nos debemos al ordenamiento jurídico que marca la ley. Y que esta reflejado en las ordenanzas.

—Tonterías y más tonterías —Secundino consultó la hora en su reloj y se dirigió a su hijo—. Asómate al balcón, te quedan diez minutos.

El alcalde lo hizo, y al ver el cúmulo de personas que había en la plaza, regresó a donde estaba su padre, que le aguardaba con sonrisa socarrona.

—¿Qué hace tanta gente en la plaza? —preguntó al hijo.

—Para que te des cuenta de los que estamos jubilados. O le das permiso a la castañera, o te boicoteamos el pleno de hoy. Ya lo sabes. Levantaremos nuestras gayatas en son de guerra. Como si fueran los fusiles.

Eso no tiene gracia.

El alcalde volvió a mirar por la larga ventana y regresó a su mesa, marcó una extensión breve en el teléfono y cuando fue atendido, ordenó:

—Julián, deja lo que estés haciendo y tráeme la solicitud de la castañera, hay que aprobársela. Y a lo largo de la mañana, que alguien se acerque a su casa para que se la entreguen y comuniquen —Miró atentamente a su padre—. Esta tarde la quiero ver en la plaza vendiendo castañas…

—Aunque seas de derechas —le cortó su padre, mientras se levantaba con la ayuda de la gayata—, me has demostrado que tienes sangre de izquierdas.

—Supongo que alguien se alegrará.

—¡Tu madre!, no sabes cuánto le gustan. Yo no puedo con ellas, me dan flato.

 

 

Relato ganador de El Tintero Virtual, Semana XXXI, tema “Castañas”



PUBLICADO EN EL LLIBRET DE LA FALLA DEL GRAU DE GANDIA, AÑO 2016 

 

 

 

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