El camarero dejó en la barra una taza de café con leche, otra con un cortado y luego dos cruasanes calientes. Antes de ir a pescar, los dos amigos de caña larga solían verse en aquel bar de la zona portuaria. Uno de ellos, tras limpiarse los labios se dirigió al otro:
—¿Qué tal la semana?
—Muy bien, hemos vendido cinco coches a batería y tres de gasolina, para la próxima, un comercial nos ha encargado cuatro furgones de reparto. He ganado una buena comisión ¿y vosotros? ¿Ya notáis la recuperación económica del sector?
—Con la bajada del carburante igual superamos las ventas del mes pasado… por cierto, ¿Te importaría pagar el desayuno?, no llevo suelto.
Contestó al terminar de palparse los bolsillos:
—¡No me jodas! Acabo de sacar del cajero doscientos euros y me ha dado un sólo un billete.
—Aguardaremos a que llegue Paco —consultó la hora—, como está en paro, siempre lleva calderilla.
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