Tras recibir el alta médica, nadie me devolvió al lugar en donde fui recogido por una ambulancia, excusa, los recortes sanitarios, aunque los únicos recortes que yo conocía eran de los de cartones de la colchoneta en donde paso las noches. Me diagnosticaron una patología social alcohólica con la que me despierto cada mañana en el interior del cajero automático, ajeno a la intemperie. Escarbé en su carrito y descubrí que no faltaba un sólo litro de vino. Eso le hizo sentirse importante y bebí con avidez, hasta alcanzar de nuevo el delirio del coma etílico.
Un año, seis meses, dos semanas y cinco días hace que África me solicitó la separación; supuse que se arrepentiría. No fue así, por ello, admití los consejos de mis pocos amigos, dejé de beber alcohol y fumar colillas.
Durante este tiempo, al no haber conseguido regresar con ella, acepté una cita con una amiga que hice por internet. Acordamos vernos en la puerta de un bar de tapas. La vi llegar y tras una sonrisa, se me acercó y me dio dos besos, olisqueé su perfume, idéntico al que usaba África. Aspiré la fragancia inundando mis pulmones, de tal manera, que, al llegar el camarero, pedí un vermut doble y marché a por un paquete de tabaco.
Micro ganador de Gigantes de Liliput, quincena LVII, 6 de septiembre, tema “El perfume”
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