HISTORIAS QUE VUELAN A TU ALREDEDOR

miércoles, 15 de enero de 2020

3. El reino de la libertad









—¿Qué edad le pones?
—Puede que el forense se haya equivocado.
—¿Once?
—Por ahí estará… quizás doce, a lo mucho.
Zahila continuó intercambiando la mirada entre aquellos dos hombres enfundados de blanco. Desde que había sido trasladada al centro de integración, solo tenía en mente el vivo recuerdo de su madre y lo que le susurró al oído: pronto estarían en el reino de la libertad, eso debía ser aquel lugar que olía tan bien, al igual que las manos que intensamente la auscultaban. Uno de ellos, el mayor, Zahila lo supo por las canas y calvicie que presentaba, indicaba al joven cada detalle que observaba en su cuerpo desnutrido. Poco entendía, apenas conocía palabra alguna en español, tan solo las que le habían enseñado sus padres, mucho antes de quedar en las profundidades del Mediterráneo, tras la última marea sufrida, a escasos metros de la costa malagueña. El hombre mayor, cuidadoso, le levantó el vestido de tela y dejó parte en su pecho, si se podía llamar así, ya que era una prenda que seguramente sería cuatro tallas más grande. Le observó detenidamente la zona del pubis y mostró una mueca, luego colocó los anteojos y se clavó delante de su vagina, auxiliado con una especie de cucharilla metálica y lentes de precisión, contempló minuciosamente y dijo:
—No es normal que este tan dilatada. El forense afirma en su informe que no está embarazada, sin embargo, es patente que ha sido violada más de una vez, tiene secuelas que confirman el desgarro del tejido.
Los ojos de Zahila permanecían abiertos, de sus cuencas negras resaltaba el iris blanco como dos bolas de billar. Al sentir las manos del doctor separando sus piernas hizo un amago miedoso, la voz del joven solicitó que se relajara mientras le acariciaba el hombro. Ella pudo sentir un perfume que inundó sus pulmones, jamás había olido tan bien, relajó las manos soltando la sábana de aquella cama fría de hospital y mostró una leve sonrisa, triste y amarga como sus labios cortados por el azote constante del salitre marino durante aquellos veinte días que llego a permanecer el alta mar, en la patea.
La voz del mayor volvió a resurgir:
—Alguna ONG, tras sus discrepancias con la Unión Europea, han provocado que las personas sean conscientes de que es difícil su rescate…
El joven dejó de tomar apuntes y se dirigió al que debía ser su jefe.
—Los nuevos métodos de las mafias disparan la presión migratoria.
—Bueno, de momento ya hemos terminado. Ponle un sedante en el gotero, al menos dormirá tranquila. Cuando termines entrega el informe de reconocimiento a la policía aduanera. Que te cuñen la copia, pueden salir problemas y haz constar la desnutrición que presenta.
Los dos médicos abandonaron la estancia y dejaron la luz encendida, pronto se haría de noche y no tardaría en llegar la enfermera para entregarle algún alimento, poco, para no dañar el estómago de aquella niña que miraba con intensidad el tubo largo de neón que iluminaba la habitación; consciente de que la tenía embelesaba. Quedó dormida hasta que escuchó abrirse la puerta de nuevo y eso la hizo girar la cabeza; le alivió ver al joven doctor. Se le acercó y abrió sus flácidas piernas, ella ni se inmutó. Al poco notó que era penetrada con su miembro, le miró a los ojos y le vio mudo, como habían hecho otros, en tiempo atrás. Callada le permitió que terminara, después continúo observando aquella luz blanca que poco a poco iba esfumándose como la espuma de las olas en las que había sido rescatada. La luz se apagó y ella soñó en que algún día llegaría al reino de la libertad.



Relato ganador en el concurso literario: "LA  Muestra" 2020 DE GANDIA


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